Televisiones, periódicos -impresos o digitales-, y radios emiten y copian y pegan esos textos, difundiéndolos como si fueran información, bajo el axioma de que si tiene color blanco y huele a leche, será leche. O no, si es blanco también puede ser una pócima de polvos, aditivos y vitaminas con lejano parecido a lo que en su día fue la leche.
Si tiene forma de información y parece información puede serlo o puede ser, por el contrario, propaganda. Los votantes y lectores son un objetivo más de la nueva mezcla entre marketing y transmisiones periodísticas, que los concibe como votantes objeto, casi como borregos que se tragan cualquier comunicado en lata que se les lance. Lo mismo da, porque para el caso, más de un periódico o periodista confunde los textos que copian y pegan de las notas de prensa con información, y la supuesta función crítica o de filtro, desaparece. A veces es culpa del empresario, cierto, quien puede forzar a sus periodistas a dejar de ser analistas, según los casos.
Los grandes desastres se convierten en espectáculo en lugar de información. Haití. Su catástrofe sucedió tan sólo hace unas pocas semanas, pero el pobre país ya dejó de ser de interés para el show mediático. Se veía venir, dos semanas de intensas conexiones en directo con enviados especiales y después, de vuelta para casa que hace frío. Haití ya no es noticia y Chile dejará de ser noticia en breve. Esto puede llevar a pensar si alguna vez Haití fue de verdad noticia o fue tan sólo un espectáculo mediático. Es algo que sucede, lamentablemente, de modo cíclico.
La Gripe A, el pánico a un contagio que fue difundido y vendido casi como un satánico castigo, fue otro gran invento para las grandes audiencias, el gran consumo y el fomento del miedo, en la reciente historia histérica de esta especie de jaula de locas hipocondríacas y temerosas de todo en la que se está, poco a poco, convirtiendo a esta sociedad cada vez menos libre y más alimentada para creer en el terror.
La propaganda en las primeras páginas de todos los medios de comunicación, es una constante difícilmente evitable, que convierte el comunicado unidireccional en la noticia del día, cuyo impacto se aumenta por el mismo hecho mediático.
Dentro de poco, la propaganda intentará convencernos de que renunciar a nuestros derechos y libertades individuales más básicos es necesario para nuestra protección, con el objetivo de protegernos de supuestos peligros que ellos mismos han creado en base a mentiras o exageraciones.
Quizá, el mundo distópico de seres controlados bajo esa “utopía perversa”, descrito en novelas como “1984”, de Orwell o “Un mundo feliz”, de Huxley, no esté tan lejos como pensamos.
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