Dentro del enorme flujo de mensajes transmitidos apenas hay espacio para la reflexión: el usuario actúa siguiendo corrientes y sumando su voz (una voz carente de personalidad y reflexión privada) al mar de textos polarizados entre el amor y el odio, sin apenas lugar para las posiciones intermedias.
En Twitter, las posturas razonadas y sin polarizar suelen pasar desapercibidas, absorbidas por el ruido y ahogadas en un mar de posiciones enfrentadas de modo muy simplista y hasta cierto punto ingenuo.
Además, en Twitter, los linchamientos públicos y la espiral del odio están a la orden del día. En España, estas reacciones negativas en cadena, en forma de insultos o humillaciones públicas, las han vivido políticos, artistas, cantantes, periodistas y en general cualquier persona que ejerce una profesión pública.
La responsabilidad de esta ‘espiral del odio’ no puede recaer sobre la herramienta Twitter, sino sobre el uso que las personas hacen de la herramienta. Históricamente, muchos avances tecnológicos o científicos eran extraordinarios pero el uso derivó, por la mano del ser humano, hacia la maldad y la negatividad.
Esta espiral del odio es una obtusa variación de la teoría de “La Espiral del silencio. Opinión pública: nuestra piel social (1977)”, de Elisabeth Noelle-Neumann. En su obra, Noelle-Neumann sostenía la teoría de que los individuos adaptan su comportamiento a las actitudes predominantes sobre lo que es aceptable y lo que no, siguiendo el ‘clima de opinión’ marcado en muchas ocasiones por los medios de comunicación.
La comunicación ha cambiado mucho desde los años 70 cuando fue escrita la obra de Noelle-Neumann. Hoy, Internet es la mayor revolución en el campo de la información y la comunicación conocida en las últimas décadas. En la red, con la posibilidad de difundir al instante cualquier información (verdadera, contrastada, verificada, falsa o malintencionada) desde cualquier parte del mundo hasta la otra punta del planeta, las teorías clásicas de la comunicación sufren cambios.
Internet fomenta la expresión de las personas, y no deja caer en “el silencio” a quienes no expresan las ideas mayoritarias recogidas por los medios de comunicación tradicionales.
Sin embargo, uno de los efectos más negativos de una de las redes más importantes en este momento, Twitter, sigue siendo la difusión del odio y la negatividad, formando una recopilación en cadena de voces anónimas y sin personalidad que, sin ejercitar ningún tipo de reflexión, se suman a la espiral del odio.
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