Una nueva regulación es necesaria
El problema fundamental en este caso radica en el concepto de «negocio» y en las carencias legales tanto para quienes ofrecen su coche como para, en muchos casos, las empresas que fomentan estas innovaciones actuando como nexo con afán de lucro.
Un particular está infringiendo la ley -tal como está concebida actualmente- si utiliza su vehículo particular para transportar viajeros cobrando por ello. Esto es así, se pongan como se pongan los usuarios y fans de este servicio. Ahí los taxistas, que ejercen su actividad pagando, llevan toda la razón. El malestar de los taxistas, o de cualquier otro sector afectado por la revolución, es comprensible, pero hay que matizar. Y pasar del cabreo a la comprensión del ecosistema y a la adaptación.
Y esa situación de ilegalidad de una actividad económica es únicamente lo que comunicó el Gobierno de España, aunque la Unión Europea ha matizado al ejecutivo al que obviamente animan a buscar soluciones ante un nuevo escenario que no va a desaparecer. Pese a la orgía de confusión a la que muchos medios de comunicación contribuyeron con sus interpretaciones erróneas al difundir la comunicación gubernativa, lo cierto es que hay actividades económicas que necesitan urgentemente una nueva regulación, más flexible, para personas que no se dedican en cuerpo y alma a una determinada actividad, sino de forma ocasional.
No es, por tanto, un problema del que debamos culpabilizar al mundo por cambiar -optando por sancionar-, sino que se trata de un problema de nuestras inflexibles e implacables normas fiscales, y deberíamos optar por la integración controlada de estas nuevas formas de economía.
Nueva economía
Lo cierto es que las aplicaciones como Uber, y otras innovaciones de la red, han llegado aquí para quedarse y para revolucionar absolutamente todas las facetas de nuestra vida y para revolucionar muchos mercados.
Ya nada volverá a ser igual, nada será como era antes porque todas estas ideas e innovaciones pueden aplicarse a multitud de sectores, por lo tanto lo necesario, lo imprescindible, es adaptar las rígidas estructuras fiscales y normativas económicas a la nueva situación. Obviamente, las innovaciones tecnológicas van a influir de forma decisiva en nuevos cambios y nuevos conceptos incluyendo también estas nuevas formas de entender la economía.
Pero de la misma forma que es necesario regular este nuevo mercado de servicios ofrecidos por particulares en muchos sectores, también hay que rebajar la excesiva presión fiscal sobre los profesionales de toda la vida. Es cierto que un taxista, o cualquier otro autónomo, soporta cargas fiscales en muchos casos enormes que ponen en peligro su supervivencia. Nuevamente, el problema no es que el autónomo quiera prescindir de todas sus obligaciones, sino de que estas obligaciones fiscales sean «justas y adecuadas», entendiendo ambos términos anteriores en la forma más humana posible y huyendo de una interpretación fría y tecnocrática de la justicia y la adecuación.
De lo contrario, si nuestra economía real no se adapta a los cambios de la nueva economía, no podremos avanzar y muchos sectores se verán fagocitados sin remedio. Es mejor adaptarse que morir.
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