Tomo esta decisión, largamente meditada, tras corroborar que el mercado editorial digital sigue anclado por culpa de la piratería. El falso axioma de «si lo puedo conseguir gratis, ¿por qué pagar por un libro?» parece obvio y asumido por un preocupante número de usuarios digitales. No existe el concepto de ‘robo’ aunque, en la práctica, sea así tal y como se debería entender la piratería. En buena medida, muchos de todos aquellos que en su momento se compraron un dispositivo electrónico para lectura de libros, al tiempo instalaron un programa para descarga de Torrents, o cualquier otro para obtener contenidos de forma ilícita.
El periódico El Mundo ha publicado un artículo reciente en el que se destaca que «en 2014 el número de títulos editados en formato digital no sólo no creció, sino que disminuyó el 3,3% y se espera que este año se vendan alrededor de ocho millones de e-readers en todo el mundo frente a los diez millones de 2013».
Amazon, la multinacional del comercio electrónico, pretende compensar este problema lanzando al mercado una ‘tablet’ muy barata, a 60 euros, con unas prestaciones aceptables para ese precio.
Todo, sin embargo, con débil la esperanza por parte de Amazon de que, quien compra la ‘tablet’ barata, comprará contenidos o servicios. Es ahí donde, a mi juicio, falla el razonamiento del gigante del e-commerce: el consumidor digital todavía no está educado en el respeto a los derechos de autor. Esto es así desde el momento en que cualquier persona busca cualquier fotografía sacada de Internet para ponerla como imagen de sus perfiles en redes sociales, busca cualquier foto o vídeo y lo manipula para ponerle frases reflexivas, o descarga y difunde contenidos protegidos sin autorización.
Hasta que la educación para ser un buen internauta no se extienda – quizá debería entrar en las aulas como una asignatura denominada «Educación para la e-Ciudadanía» – esta situación de saqueo a la cultura y a los contenidos digitales se convertirá en permanente: se habrán creado varias generaciones de e-ciudadanos adictos al «todo gratis digital».
Y en ese contexto del «todo gratis» es difícil que los creadores se animen a lanzar sus obras al abismo digital. Volveremos, por lo tanto, al pasado. Por lo menos, si las obras están editadas únicamente en papel, la acción de piratearlas es bastante más difícil y el resultado, en forma de páginas escaneadas, es mucho menos atractivo y menos cómodo. Hasta que triunfe la educación, retornaremos al papel.
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