La tecnología sirve como cobijo, sin saberlo y sin culpa, a los depredadores. Ya sabemos que las herramientas tecnológicas no tienen la culpa del mal uso que se hace de ellas. Pero hay detalles que inquietan: con demasiada frecuencia se ven noticias en las que los depredadores de todo tipo (acosadores escolares o sexuales, entre muchos otros) se cobijan en las herramientas tecnológicas, donde se ven cómodos para compartir sus atrocidades con otros seres de su misma catadura moral. Con demasiada frecuencia vemos sus conversaciones en esos grupos tecnológicos, en las que se jactan del daño causado.
Follow on LinkedInLos depredadores, en esos grupos de WhatsApp, Telegram, Facebook o Twitter, se sienten cómodos mientras despellejan a otros seres humanos, mientras acrecientan el dolor de otras personas, mientras relatan sus tropelías.
Se jalean unos a otros, se dan «me gusta» unos a otros, y se retuitean unos a otros. Así, se teje un verdadero «Club de la maldad», un antro cibernético donde personas en apariencia normales realizan aquelarres sobre otras personas. En esos aquelarres hay de todo: desde grupos en los que se dedican día sí y día también a atacar a compañeros de colegio, hasta grupos privados en los que se mofan de la mujer víctima de sus abusos sexuales, como han difundido los medios de comunicación sobre los acusados por la violación en las fiestas de San Fermín.
Casi todos los días hay contenidos virales de sexo, violencia o humillaciones de todo tipo que se comparten a la velocidad del rayo a través de los móviles. Me pregunto si los espectadores silenciosos de grupos de docenas de personas en los que se humilla a un ser humano tienen la conciencia tranquila cuando los depredadores hacen ese uso malvado de la herramienta de comunicación. Además, quienes comparten un vídeo u otro tipo de contenido en el que se humilla a otra persona, también son cómplices.
¿Y usted, lector, participa también en algún «Club de la maldad»? Sepa que su silencio e inacción a la hora de denunciar a los depredadores y defender a las víctimas, son una actitud cómplice.
Y recuerden que el botón «Compartir» también se puede usar con maldad. En las aplicaciones de conversaciones y en la Red habría que preguntar: «¿Está seguro de que tiene derecho a compartir este contenido?».
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