El libro que ilustra este artículo tiene, para mí, un doble valor emocional. Fue un regalo de una persona maravillosa y, al tiempo, es una antología de uno de los autores que más me ha influido desde hace años, y me sigue influyendo.
Follow on LinkedInLa primera vez que leí «El profeta» de Khalil Gibran (Bisharri, Líbano, 1883-Nueva York, 1931) era un adolescente atolondrado y revuelto. Como todos los adolescentes, vaya. La primera edición del libro que compré era una impresión barata de la editorial «Poesía y prosa popular» comprada en el supermercado Simago de la época. Una edición que, con el paso del tiempo, se ha puesto amarillenta y con auténtico sabor «vintage».
Tengo muchos libros, pero la forma en la que ha envejecido este ejemplar es muy curiosa: sus páginas están llenas de marcas que dotan al ejemplar de un halo realmente mágico. Sin duda, la baja calidad del papel de esa edición ha ayudado a que el libro haya llegado a nuestros días con ese tono envejecido y amarillento.
La edición que analizo ahora, obra de Ayman Ahmed El-Desouky y publicada por BLUME en el año 2010, es otro cantar. Una edición magnífica, con más de 200 páginas y cuidada hasta el más mínimo detalle, desde la calidad de la antología realizada por El-Desouky hasta la categoría del papel, pasando por la exhaustiva selección de pinturas y dibujos del propio Gibran. Estoy seguro de que el papel de este ejemplar envejecerá mejor, aunque perderá el sabor «vintage» de la edición barata.
El poeta Khalil Gibran tuvo una serie de temas constantes en sus obras: el amor era uno de los más importantes, entendido como «la única libertad que hay en el mundo». Los demás temas más habituales eran la libertad, las leyes de los hombres y la esclavitud, entre otros.
Muchos críticos literarios han analizado con gran acierto el cálido sincretismo de Khalil Gibran, capaz de unir a Oriente y a Occidente. Esta natural capacidad viene, sin duda, de la cosmopolita educación que recibió Gibran en Boston, París y Líbano. El joven Gibran estudió textos cristianos y árabes, convirtiendo a su obra más célebre en un cruce de culturas, con la tolerancia y el respeto por bandera.
Gibran emigró a Estados Unidos con su madre, su hermano y sus dos hermanas en 1895. Allí fue acogido por los círculos literarios e intelectuales de Boston. En «El profeta», su obra más conocida, se refleja la influencia de los poetas románticos, la literatura árabe y también la Biblia.
En forma de parábolas y enseñanzas cargadas de misticismo, Gibran aborda temas universales (el amor; el dinero; la sociedad y sus leyes; la fe y la religión; la libertad; la belleza y la naturaleza) con una limpia sencillez, y un mensaje directo y cargado de humanidad. Apela a los sentimientos de una forma directa y clara. La obra está escrita en verso lineal y sencillo.
Se entiende, así, la facilidad de Gibran a la hora de conectar con millones de personas en todo el mundo, pese a las diferencias culturales y religiosas. Han pasado 85 años desde la muerte de Khalil Gibran, y su obra «El profeta» es una de las más vendidas y leídas a nivel mundial, con reediciones constantes.
La influencia de este libro me abrió los ojos y me ayudó a entender muchos de los temas más importantes de la humanidad, gracias a los profundos conocimientos sobre la vida que Gibran, a través del profeta Almustafa, aporta en forma de palabras.
Quizá en ocasiones la mente no está de acuerdo con las frases y las meditaciones de Gibran. Pero el corazón, en silencio, sabe que «El profeta» que todos llevamos dentro siempre tiene la razón.
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