Cuando alguien paga por publicar algo, podemos hablar de publicidad, pero difícilmente de periodismo. Con lo mal que está la profesión periodística, se han abierto paso conceptos híbridos como «contenido patrocinado»; «post patrocinado»; «branded content» y similares. Hay que comer, oiga. Y quizá no son el peor de los muchos males que aquejan al periodismo actual en los tiempos de la «posverdad».
Follow on LinkedInPero tiene que haber un límite. Un estándar de calidad, por mínimo que sea. Hace unos días, una agencia nos contactó porque estaban interesados en publicar un artículo pagado en ESTORRELAVEGA (www.estorrelavega.com)
Lo que nos enviaron varios días después es digno de figurar en el muro de la vergüenza periodística. Se trataba de una falsa entrevista a una deportista, un texto fusilado de una entrevista original publicada en un periódico deportivo de ámbito nacional. Por si esto fuera poco, el infumable pastiche llevaba adjunta una fotografía que también habían cogido “prestada” de la Wikipedia.
Por lo tanto, además de la pésima calidad del contenido, en caso de haberlo publicado, nos hubiéramos enfrentado a posibles problemas por vulneración de derechos de autor, incluso se podría hablar de plagio. Unas míseras moneditas no merecen tantos problemas potenciales.
Por fortuna, el ejemplo anterior de mala praxis no es la norma en el mercado de los artículos patrocinados. En realidad, hay muchos contenidos patrocinados que tienen una calidad aceptable. En sí mismos, los artículos pagados no son necesariamente malos, aunque el periodismo es, ciertamente, otra cosa.
Hace falta ser honesto y transparente con nuestro principal cliente: el lector. Hay que marcar y separar los contenidos reales del periódico, las noticias, de aquellos contenidos que son pagados con un interés de parte. Siempre que advirtamos al lector con claridad de que lo que está leyendo es un contenido patrocinado, creo que es aceptable publicar, de vez en cuando, ese tipo de textos.
Como dije más arriba: hay que comer y, tal y como está el mercado actualmente, es una fuente de ingresos que no se puede descartar de plano. Los contenidos patrocinados no son algo totalmente novedoso, antes en las publicaciones de papel ya existía el «publirreportaje», y la clave reside en que hay que marcar las publicaciones para separarlas de los contenidos periodísticos.
Si el contenido tiene un mínimo de calidad y encaja en la publicación en la que se distribuye, el artículo patrocinado es un compañero de viaje que ha llegado al «posperiodismo» para quedarse.
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