Muchas críticas mal enfocadas atacan sin miramientos -por culpa de obtusos conceptos, caducas percepciones del mundo de la información, y también sentimientos poco sanos- a todos los medios digitales, centrándose en la llamada ‘mala praxis’ y en ocasiones degradando su existencia y despreciando su relevancia.
Follow on LinkedInEn periodismo, contrastar las noticias debería formar parte del proceso básico, pero muchas veces no es así, tanto en medios digitales como en periódicos impresos y emisoras de radio. Hace pocos días, una pequeña empresa fue protagonista involuntaria de una noticia que creaba una imagen negativa ante la opinión pública, por un comunicado enviado desde un sindicato acusando a esa empresa de diversas presuntas prácticas.
Los ‘filtros’ se relajan
Sin más comprobación, varios medios impresos y radiofónicos, lanzaron la noticia sin ni tan siquiera consultar la opinión de la empresa para contrastar. Dieron por buena la versión emitida por el denunciante, sin llamar al denunciado para ofrecerle exponer su visión de los hechos.
Una simple llamada telefónica hubiera bastado para descubrir una versión muy distinta por parte del empresario, que aportó otros datos muy diferentes a los denunciados. Incluso, teniendo en cuenta que ambas versiones pueden tener puntos de verdad y puntos de mentira, es de obligado cumplimiento ofrecer al denunciado su derecho a aportar su opinión. La ‘mala praxis’ en este caso en concreto pone en entredicho la arrogancia infantil con la que algunos periodistas de los medios tradicionales miran a sus compañeros de los digitales.
Además, este hecho, quizá insignificante en su dimensión, también nos aporta información sobre el hecho de que los cambios en el periodismo están haciendo desaparecer, o al menos relajarse, los filtros necesarios para difundir como real una información que debería haber sido contrastada. Internet ha traído relajación en las formas de expresión, pero no debería afectar a la seriedad del fondo de las noticias que se difunden.
Sin embargo, en ocasiones da la sensación de que los medios tradicionales (prensa impresa, radio, TV) relajan sus filtros y se ven cada vez más contaminados por las últimas modas en Twitter, Facebook, o cualquier otra plataforma de difusión de rumores y opiniones sin contrastar.
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