A día de hoy hay más de 7.000 millones de habitantes en el planeta Tierra. Si tiene curiosidad en saber la cifra exacta, el gobierno de los Estados Unidos ofrece un contador en línea donde se actualiza la cifra de forma constante, disponible en la página http://www.census.gov/popclock/
El humano actual, proveniente de países desarrollados y vecino de la urbe, necesita -mejor todavía, «cree necesitar»– una gran cantidad de accesorios para vivir.
Entre otros: casa (calefacción, gas, agua corriente, luz eléctrica, ordenadores, internet, teléfonos móviles, lavadoras, lavavajillas…); coche (combustible, recambios, etc.); e indumentaria (varios cambios al año para seguir las modas).
En definitiva, un alto nivel de consumo y un fuerte impacto en la sostenibilidad a largo plazo de los recursos existentes -que son finitos- todo a causa de ese fuerte consumo estimulado por el sistema de vida urbano actual.
Cada individuo humano urbanita viene definido, en conclusión, por sí mismo y sus circunstancias, parafraseando a Ortega y Gasset, pero cambiando circunstancias por «individuo humano y sus diferentes complementos». Complementos listados en el párrafo anterior que somos constantemente inducidos a cambiar o renovar.
El sistema de vida básica o tradicional, por el contrario, requiere menos impacto de la presencia humana sobre el planeta. Menos cambios de complementos y menos complementos innecesarios, cuando en realidad las necesidades básicas de alimentación y cobijo pueden suplirse sin tan fuerte impacto sobre la salud del planeta.
Existe una necesidad básica de definir los elementos que realmente nos hacen falta para vivir y eliminar aquellas cosas superfluas que nos han sido inculcadas por el sistema.
Cabe preguntarse, por lo tanto, si nuestro actual modo de vida es realmente sostenible. Si todos los habitantes del planeta, si todos y cada uno de los individuos humanos pretenden tener todos los complementos que la vida moderna nos ha impuesto, tengo la seguridad de que el humano consumidor extremista entendido como un habitante más del ecosistema de animales y plantas, no es sostenible a medio plazo.
Quizá es necesario replantear nuestros esquemas de necesidades para que todos los habitantes dispongan, al menos, de las cosas más básicas cubiertas.
Foto: (C) Warren Millar / Photoxpress.com
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