Becarios
La primera vez que tuve a una persona a mi cargo en período de prácticas, una estudiante de Periodismo, fue la última vez. Desde entonces he recibido docenas de solicitudes para prácticas de estudiantes de Periodismo de distintas universidades, pero las he rechazado todas.
Follow on LinkedInAunque esa persona necesitaba hacer las prácticas porque su universidad se las pedía para completar sus créditos, nunca vi la situación como normal. A día de hoy esa persona es una profesional cualificada, pero pocas cosas buenas puedo decir sobre la Universidad de la que ella provenía.
Estos días se ha vuelto a hablar mucho de los becarios. La última de una larga hilera de polémicas ha salpicado a la revista CTXT pero antes se habló del programa «Salvados» de Jordi Évole, entre muchos otros casos.
La citada publicación se defendió de la campaña de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) bajo el hastag #Gratisnotrabajo aunque en las redes sociales se incidió con dureza en la hipocresía del medio, ya que un año antes de la polémica CTXT había publicado un «Manifiesto en defensa del becario».
En mi caso aquel período de prácticas fue, realmente, un período de prácticas: no era una trabajadora de la empresa ni cumplía las mismas funciones que un trabajador contratado, ni hacía las mismas horas. Sin embargo, me consta que mi forma de encarar aquellas prácticas no es la habitual en muchos medios de comunicación, y se suele optar por el abuso.
Lo desgraciadamente «normal» es llenar algunas redacciones con becarios o estudiantes de prácticas, que hacen lo mismo que haría un trabajador con sueldo. O sea, trabajadores gratis a cuenta de la Universidad y en beneficio de un presunto prestigio profesional que nunca llega, y de una presunta experiencia que a veces no es tan educativa como debería.
Abusar de la figura del becario no es solo una aberración desde el punto de vista laboral, además se trata de que, si las redacciones están repletas de personas sin bagaje ni experiencia, a la fuerza el medio de comunicación se resiente y se debilita.
Imaginen una redacción compuesta exclusivamente por pipiolas y pipiolos, sin la voz de la experiencia de algún peso pesado del periodismo, sin la presencia de algún gran tótem que parece que entiende de todo porque lleva más tiempo allí que el empedrado de las calles. Imaginen una redacción sin personas curtidas y experimentadas, sin guías para las nuevas jóvenes promesas. No hace falta imaginar demasiado: eso ya está sucediendo.
Tampoco veo normal que las propias universidades, con demasiada frecuencia, son quienes fomentan el mercadeo de becarios al peso. Como decirle al charcutero: «Póngame cuarto y mitad de becarios». Me gustaría pedir a las universidades que se tomen en serio las prácticas de sus estudiantes, en especial en un punto: que lleven a cabo un verdadero seguimiento de la formación práctica del alumno.
Sé que para algunos profesores al cargo de las prácticas es muy cómodo pasar las vacaciones de verano en Roma, y que da pereza romper el período estival para preguntar al estudiante: «¿Cómo va todo?», pero lo que es injustificable es desentenderse por completo del alumno durante el período de prácticas.
Ni una triste llamada telefónica ni un simple correo electrónico: eso fue lo que pasó en nuestro período de prácticas: la alumna fue «lanzada» por la Universidad hacia unas prácticas y abandonada a su suerte, sin tutelaje por parte de la entidad universitaria.
En cuanto al sueldo, en este país nadie debería trabajar gratis, porque por culpa de esa costumbre hemos llegado a una situación casi insostenible donde se roza la locura al pedir «muestras» gratis de trabajo, pruebas y períodos sin pagar en muchos sectores profesionales. Y así, queridos lectores, no se podrán pagar las jubilaciones: a largo plazo todos perdemos.
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