El País y la urgente necesidad de volver a la era sublime del periodismo
Para casi todos los periodistas que conozco, «El País» siempre fue el medio de comunicación de referencia, sin importar matices ideológicos.
Follow on LinkedInLa pulcritud de sus investigaciones, la profundidad de los contextos aportados y el certero enfoque de los temas convirtieron al diario de PRISA en el escaparate soñado para cualquier periodista de provincias.
En los tiempos antes sublimes del periódico, el impacto de una página en «El País» era inigualable y las consecuencias se podían notar en el mismo día de su publicación.
Entre varias de las portadas históricas de «El País» que ilustran este pequeño artículo se encuentran las de la caída de la URSS, la desaparición del Muro de Berlín, el ataque terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York, los papeles de Luis Bárcenas…portadas que pasaron por méritos propios a la historia social y también a la historia del periodismo como profesión.
Se pueden ver varias portadas históricas del periódico en la página web https://www.portadasdeelpais.com/webpr_index.jsp
Pero los tiempos volvieron a cambiar y el periodismo, que siempre ha sido una profesión envuelta en constantes crisis y renovaciones, se vio dentro de una tormenta perfecta con la irrupción de Internet, considerado el mayor invento en el ámbito de la comunicación desde la imprenta de Gutenberg.
Pronto vimos cómo Internet se convirtió para el periodismo a la vez en una oportunidad y una amenaza, que todavía hoy se cierne sobre la profesión sin una salida clara.
Reconversión empresarial y eliminación de profesionales experimentados
Dentro de las erráticas decisiones empresariales que ha venido tomando «El País» durante la tormenta perfecta que acecha al periodismo, destacaron por escandalosas las de prescindir de firmas ilustres como Ramón Lobo, Javier Valenzuela y muchos otros experimentados profesionales.
Después, el periódico contrató a jóvenes sin experiencia, sin bagaje y, me atrevo a añadir aunque no daré nombres, personas sin la suficiente formación, sin interés ni profundidad adecuada para estampar su nombre en el diario más prestigioso de España.
Al optar por jóvenes más baratos, no solo se tomaba una decisión económica, sino que también se llegaba a un empobrecimiento intelectual del periódico, en aras de una presunta modernidad que no ha traído, de momento, nada bueno.
«El País» perdía así, al quitar a sus experimentados profesionales, a esos faros intelectuales a quienes los más jóvenes podíamos oír decir aquello mítico que escribió Reverte de: «Siéntate aquí, chaval». Esas personas que, con su experiencia y su voz, te enseñaban más periodismo en unos meses que los años de universidad.
Así, vimos cómo «El País» nos cambiaba las voces profundas por niñatos de cuarta categoría, que lo único que saben escribir son artículos como «¿Qué funciona mejor, una pinza de madera o una de plástico?» destinados a nutrir de carne de cañón al siguiente y peligroso fenómeno de los titulares engañosos, que hemos dado en llamar con el anglicismo «clickbait».
«Clickbait» y declive
La tormenta perfecta de Internet nos ha atrapado a todos los periodistas sometiéndonos a diversas dictaduras insoportables, de las que nos tenemos que liberar si queremos que la profesión perviva: la dictadura del «click», la dictadura del SEO, la dictadura de la corrección política y la dictadura del morbo. Analizaré solo las dos primeras y dejaré las otras dictaduras para artículos posteriores.
Durante las últimas semanas, muchos de los artículos de «El País» que he visto en la red social Linkedin son basura. La mayoría usan el «clickbait» de manual, mientras otras piezas son además simplemente estúpidas, como la que se puede ver en la captura anterior sobre un coche que cambia de color.
En el «clickbait» se utilizan varios recursos, según el estudio de Flores-Vivar, J. M., & Zazo-Correa, L. (2023), entre los que se incluyen los siguientes: Pregunta, Exageración, Morbo, Interpelación, Emoción, Suspense, Curiosidad y Ambigüedad, todo con el único objetivo de conseguir un click, al precio que sea.
La dictadura de esos titulares engañosos es, además de peligrosa para la credibilidad del periódico, ineficaz a la hora de generar lectores fieles.
El lector que busca ese tipo de noticia morbosa no va a ser un suscriptor fiel a «El País», se trata de un lector paracaidista, alguien que va aquí y allá a la búsqueda de ese tipo de «noticias blandas», alguien sin adscripción a la marca, cuyo click solo sirve para aumentar la cuenta global de lectores del periódico para poder decir: «tenemos N millones de lectores web», sin que esa cifra signifique demasiado más que para intentar captar anunciantes.
Por otro lado, la dictadura del SEO (Search Engine Optimization) es otra amenaza de la que los periodistas debemos librarnos cuanto antes. Los periodistas escribimos para las personas, no para las máquinas, y pese a que un motor de búsqueda quizás entiende mejor las frases cortas y sin pronombres, comas y subordinadas, un lector humano normal está capacitado para comprender un texto bien escrito. Y no, por mucho que el SEO lo diga, las frases fragmentadas no están bien escritas por mucho semáforo en rojo o en verde que me marque, como ahora mismo mientras escribo, el programa de SEO que está instalado en esta página.
Como conclusión, los periodistas necesitamos que una cabecera histórica como El País recupere su era sublime, abandone el camino fácil de los titulares engañosos y el morbo, y nos devuelva a su esplendor, a ese periodismo que todos admirábamos y necesitamos recuperar. Porque quedarnos sin referentes es algo que no nos podemos permitir.
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