Concursos y carteles
He perdido la cuenta, la verdad, de las veces que un concurso para un cartel, o también para un logotipo, sale «rana», como dice Esperanza Aguirre. Es un problema de fondo, no una anécdota, porque los buenos diseños no cuestan unos pocos cientos de euros.
Follow on LinkedInSi el concurso está dotado con 300 euros, 600 euros, o poco dinero más, lo que sale como resultado casi siempre va a ser de baja calidad: no va a ser un buen trabajo profesional de diseño de un cartel. Los precios que se manejan en esos entornos del diseño, del buen diseño, son muy superiores. En la historia, tenemos grandísimos ejemplos de la mayor calidad en carteles, pero la actual corriente de los concursos, de bajo nivel en cuanto al premio, nos está llevando a ver, con demasiada frecuencia, efectos indeseados como escándalos, plagios y fama negativa en la marca o en la convocatoria.
Desde proyectos que cuentan con mucho dinero como presupuesto, pero que se realizan con plantillas de 30 dólares, hasta propuestas que son directamente un plagio. La polémica ha rodeado a las propuestas gráficas del Ayuntamiento de Santander varias veces, porque ya en 2015 el primer ganador del Concurso para el Cartel de las Fiestas de la Semana Grande, presentado por Bruno San Sebastián Crespo, tuvo que ser descalificado por haber utilizado una plantilla (ver noticia), y poco después volvieron las dudas sobre la originalidad de una de las tres propuestas que la empresa madrileña PsLive (englobada en el gigante de la publicidad Carat) envió al Ayuntamiento de Santander como imagen de marca para apoyo de acciones de fomento del turismo. La propuesta, con tres opciones, tenía faltas de ortografía y una de ellas era una plantilla. Me cuesta hacerme a la idea de que se pueda hacer peor.
Son dos casos diferentes, porque el caso de Bruno San Sebastián sí fue un concurso, y el de PsLive fue un encargo directo, pero las constantes polémicas en torno a los concursos de cartelería, me llevan a plantear la sugerencia de prescindir de este tipo de concursos.
No soy el único: la popular revista digital Gráffica tiene una opinión firme en el mismo sentido. Quizá hemos tenido suficientes dosis del amor de lo amateur, del amor a propuestas gráficas de bajísima calidad, del amor a lo fácil, del amor a la copia y del amor a las plantillas. Quizá se debería optar por pedir tres propuestas, o cinco, o diez, en cada localidad, a profesionales de prestigio en el campo del diseño.
Soy consciente de que esto generará los habituales problemas, rencillas y envidias, pero al menos se obtendrán resultados de calidad, y se evitará el escarnio del plagio o del escándalo por decisiones equivocadas. No hay que olvidar el detalle de que, en la mayoría de ocasiones, los jurados de este tipo de premios se componen de políticos y, en ocasiones, artistas locales, pero artistas que no siempre son especialistas en diseño, porque pueden ser cineastas, fotógrafos, etc.
En todo caso, la cordura nos recomienda tomar algún tipo de medida, para atajar la actual situación, que es absolutamente lamentable. Si no queremos que los concursos de cartelería se conviertan en un circo en el que cualquier avispado puede enviar cualquier propuesta basada en una plantilla o en un plagio, debemos tomar, desde ya, las medidas oportunas para evitar el escarnio público de la propuesta, y de la institución.