Antivacunas, conspiranoicos y Miguel Bosé
A veces me resulta difícil tomarme en serio los disparates de los antivacunas, conspiranoicos y terraplanistas, porque las memeces que sueltan en cada frase son dignas del mejor guionista de Hollywood o de atención urgente para los psiquiatras.
Pero cuando pienso en las terribles consecuencias que sufrirá toda la sociedad por su actitud irresponsable y egoísta, mi rictus cambia y necesito analizar el peligroso fenómeno con más seriedad.
En la imagen que ilustra este artículo está la portada de un disco de Miguel Bosé cuando se dedicaba a lo suyo, que es la música, y no a adoctrinar a sus millones de seguidores en materias de las que no tiene ni idea como la Medicina y la Ciencia.
De la carrera de Bosé como artista, aunque su música no es de mi gusto, no tengo nada que objetar porque está bastante claro que una persona que ha conseguido que varias generaciones recuerden muchas de sus canciones merece, como mínimo, el incontestable respeto a su trayectoria artística.
Pero el problema viene cuando Miguel Bosé utiliza su innegable influencia para difundir desinformación, falsedades y conspiraciones, todo ello mientras estamos inmersos en la mayor crisis sanitaria, social y económica de nuestra era.
Bosé, como cualquier otra persona, es libre de creer, si así le place, que las mascarillas causan hipoxia (falso), que los reptilianos nos meterán un «chis» en la vacuna del coronavirus COVID-19 (falso también) y otras teorías disparatadas, pero las creencias dentro de una pandemia tan enorme quizá deberían limitarse al ámbito íntimo y privado. Porque difundir información que es objetivamente falsa ya no entra en el amplio ámbito de la protección de la libertad de expresión. ¿Es necesario hacer proselitismo de las creencias?
En el caso de Miguel Bosé, entiendo que esté preocupado porque Bill Gates o George Soros le quieran meter un ‘chip’ con la vacuna o con el 5G, porque la relevancia social de Bosé es, a todas luces, muy superior a la mía. En mi caso, un simple ciudadano como millones más, no entiendo el interés que podrían tener Gates o Soros en conocer mis miserias privadas.
Cualquier mensaje emitido por Bosé impacta de forma directa en millones de personas, que pueden recibir el mensaje del artista con escepticismo, con burlas o con credulidad. En este último caso, me gustaría hacer otra llamada más a la responsabilidad del cantante, porque insisto en que no es necesario hacer proselitismo de las propias creencias, que se pueden vivir tranquilamente en la intimidad.
Hasta donde conozco, Miguel Bosé no se ha sacado de la noche a la mañana la carrera de Medicina, por lo tanto no parece una voz documentada para explicar a sus seguidores quién debe o no debe llevar la mascarilla, como afirma Bosé en este vídeo de Instagram
https://www.instagram.com/tv/CEJ448fgOZ6/?utm_source=ig_embed
Cuando una persona, famosa o no, sobrevalora sus propios conocimientos, elude la Ciencia, desprecia a los expertos y es incapaz de ver la realidad de forma más o menos objetiva, es cuando se habla del Sesgo de Confirmación, también denominado Disonancia Cognitiva, un fenómeno preocupante y que parece extenderse como otra pandemia colateral al virus.
Me preocupa mucho que miles de personas parecen incapaces de detectar las burdas cadenas de bulos y falsedades en WhatsApp y Facebook, y sin embargo critican con furia todo lo publicado por las autoridades y los medios de comunicación profesionales.
Las conspiraciones no son un fenómeno nuevo, pero con la conexión global de millones de ciudadanos de todo el mundo se ha conseguido que la intoxicación viral de millones de personas sea muy rápida, peligrosa y sencilla. En muchos casos se trata de personas con dificultades sociales y con manías extremas para enlazar todo con todo, por muy disparatada que sea la teoría final.
Así, los individuos infectados por lo que podríamos llamar «conspiranoitis aguda» repiten consignas heredadas de otras personas infectadas como «farmafia»; «plandemia»; «coronatimo» sin tener ni idea de lo que significan las realidades a las que se refieren los términos, solo por el hecho de verse a sí mismos como paladines de una libertad que creen amenazada por autoridades de las que reniegan.
En este sentido, me han publicado un artículo en la Revista Española de Comunicación en Salud, de la Universidad Carlos III de Madrid, en el que analizo lo que denomino como «Individuos sombra» en la esfera digital, en alegoría a la caverna de Platón.
Al igual que la caverna, Internet se ha convertido en una gran esfera de bulos, en la que los presos de la caverna ven la realidad a través de las sombras deformadas. Los presos de los bulos ven lo que quieren ver e interpretan la vida de forma sesgada y distorsionada, a través de sombras que perciben como la auténtica verdad.
Los individuos sombra, para confirmar su sesgo, desprecian a la Ciencia y a la Medicina, y en ocasiones encumbran casi hasta la deidad a charlatanes como Andreas Kalcker o Josep Pámies, a quienes defenderán a capa y espada sin atender a razonamiento alguno.
Es el mundo al revés, en el que los pajaritos disparan a las escopetas y los ladrones persiguen a los policías. Tiempos de incertidumbre y zozobra. Resulta paradójico, y preocupante, que en la era de los mayores avances científicos y tecnológicos, también se vive un auténtico repunte de los charlatanes y las pseudociencias.
El problema de los antivacunas es mucho más grave. Cuando esté lista la vacuna del coronavirus COVID-19, entiendo que se deberá aplicar a toda la población de manera obligatoria, sin excepciones (salvo recomendación sanitaria por motivos particulares de cada paciente).
No hacerlo así, y ceder a los egoístas caprichos de un grupo de conspiranoicos que reniegan de la ciencia y la vacunación, pondría en peligro a toda la sociedad en su conjunto, al permitir que miles de personas se conviertan en probables vectores de contagio.
Por mucho que para cada uno de nosotros nuestro cuerpo es propio, no es menos cierto que vivimos en Sociedad, no vivimos en una isla desierta como Robinson Crusoe. Si los antivacunas no entienden que su libertad individual termina donde empieza la Salud Pública y el riesgo de las otras personas, quizá deban emigrar a una isla desierta donde si no quieren no tendrán obligación de vacunarse porque convivirán con otros antivacunas, conspiranoicos y similares. Quizá les podría recomendar la creación de una nueva nación, una hipotética Ínsula Barataria donde podrían emigrar los antivacunas y conspiranoicos, y los «hospitales» de la isla solo recetarán remedios homeopáticos y demás pseudoterapias.
En la intimidad cualquiera es libre de profesar cualquier creencia, pero como no es necesario hacer proselitismo con las creencias privadas, la Salud Pública es un asunto demasiado serio como para dejarlo en manos de charlatanes y conspiranoicos. Por el futuro y el bienestar de toda la Sociedad necesitamos erradicar las pseudoterapias, además de perseguir y encarcelar a los embaucadores que las promueven con afán de lucro, y reeducar a los «individuos sombra» para reeintegrarlos a la Sociedad como ciudadanos libres de falacias pseudocientíficas.
LAGUILLO, David. La esfera de Platón: “individuos sombra” y “ciudadanos” ante la pandemia de bulos sobre el coronavirus COVID-19. REVISTA ESPAÑOLA DE COMUNICACIÓN EN SALUD, [S.l.], p. 265-271, jul. 2020. ISSN 1989-9882. Disponible en: <https://e-revistas.uc3m.es/index.php/RECS/article/view/5419>. Fecha de acceso: 22 ago. 2020 doi:http://dx.doi.org/10.20318/recs.2020.5419 .
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